Breviarios Valmorenses N° 4: "Las amables locuras del siglo XXI"
- Egli Dorantes
- May 13, 2015
- 3 min read

“El problema con el mundo es que la gente inteligente
está llena de dudas, mientras que los estúpidos
están llenos de confianza”
Charles Bukowski
Somos en la actualidad un gran enjambre parlante, una espesa tormenta de alaridos, rebaños exasperados por viacrucis multiformes, ausentes de la propia individualidad, del nervio primal donde la conjetura es sorbo y no copa llena, los sentimientos son unas despensas vacías, con productos rancios, con soledades que apremian, casi sin poemas nuevos, la espina penetra y lacera lo que los seres arrastran como aperitivo antes del holocausto final. Hace unos pocos años atrás, la sociedad según Paz (1990), (…) “estaba dividida en dos grandes territorios, lo profano y lo sagrado. En ambos la belleza estaba subordinada, en un caso a la utilidad y el otro a la eficacia”.
Vivimos como en una mezcla mórbida de Picasso y Stalin, de arlequines y eunucos, de maniqueísmo e improntas extrañas pero visibles, la coerción y la extirpación de tumores fétidos. Como expone Paz (1990) en un viaje de unos 25 años hacia atrás en el tiempo: “El proceso ha sido doble: en la esfera de la política las ideas se convirtieron en ideologías y las ideologías en idolatrías; los objetos de arte, a su vez, se volvieron ídolos y los ídolos se transformaron en ideas” lastimosamente, muy malas.
No hay transgresión generacional ni transición alguna hacia algo distinto que la música de las rockolas wurlitze como las de Vargas, pero con una música extraña, lo más grave del caso, un único director que desconoce el más eximio conocimiento del arte, su estética, esa comunión de siglos que atesoran todas las generaciones predecesoras del vasto cúmulo de experticias, ahora execradas de manera permanente, sin monedas para el barquero.
Las tácticas y estrategias no llevan implícitas la humanidad, requerida con urgencia por el hombre-Dios que incursiona en inventarse reinos particulares de sombras. En ese programado deicidio, arrastra siglos de superación y de luz sobre el oscurantismo. “Lo que llamamos accidente no es sino la revelación repentina de las relaciones entre las cosas. El accidente es un aspecto de la analogía. Su irrupción provoca inmediatamente la respuesta de la analogía, que tiende a integrar la excepción en un esquema de correspondencias. Gracias al accidente descubrimos que el silencio es leche, que la piedra está hecha de agua y viento, que la tinta tiene alas y pico”. Estamos desamparados en medio de nuestras propias concepciones, que vemos perfectas, sin diatribas, horneadas con la mejor arcilla del mundo, pero estéticamente inservibles para la exposición de nuestro destartalado inventario del mundo.
Tratamos de cubrir una tela con pigmentos mágicos de sólidos e insólitos fragmentos de cada época dorada. El maquillaje clásico que tiene mucho de revolución pero poco o casi nada de rebelión. Mortal herida que nace con la ideología y su inventor Destutt de Tracy, acreedores de la mala fortuna de arrastrar los
denuestos napoleónicos. Cosa de la cual padecen casi todos los defensores del marxismo: un profundo desconocimiento de la teoría marxista de la ideología.
Nadie puede negar que la conciencia sea un producto social ni el glorioso coyote, puede vanagloriar las fábricas por ejemplo de La Corporación Acme, empresa ficticia, que existe en el universo de los Looney Tunes, una serie de dibujos animados de la compañía Warner Bros. La misma, apareció una gran cantidad de veces en las caricaturas de El Coyote y el Correcaminos, la cual hizo famosa a Acme por sus productos peligrosos y poco reales, los cuales fallaban catastróficamente de las peores maneras. Una empresa para malos compradores.
Ya lo decía el propio Marx: “Érase una vez un hombre listo al que le dio por pensar que los hombres se hunden en el agua y se ahogan simplemente porque se dejan llevar de la idea de la gravedad”. Es complicado pensar que él mismo cayó en digresiones sobre el tema, contadas veces en papeles de trabajo sin concluir, en lo referente al asunto de la Ideología, lo que sin duda alguna ha servido en muchos sentidos, a tergiversaciones grandilocuentes, en detrimento de la real concepción de Marx y Engels en lo que respecta al tema. Claramente lo señalaba Teodoro Adorno: “Cuanto más comprensible es el mundo en tanto apariencia, menos superable es su aparición como ideología”. El cocodrilo puede saltar en la tierra, pero su cola es letal en el agua.
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